Si algún elemento da belleza y sentido a la vida, ese es,
sin duda, la ternura. La ternura es la expresión más serena, bella y firme del
amor. Es el respeto, el reconocimiento y el cariño expresado en la caricia, en
el detalle sutil, en el regalo inesperado, en la mirada cómplice o en el abrazo
entregado y sincero. Gracias a la ternura, las relaciones afectivas crean las
raíces del vínculo, del respeto, de la consideración y del verdadero amor. Sin
ternura es difícil que prospere la relación de pareja. Pero además es gracias a
la ternura que nuestros hijos reciben también un sostén emocional fundamental
para su desarrollo como futuras personas.
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La doctora Elisabeth Kübler-Ross, que acompañó a miles de
enfermos terminales en su camino hacia la muerte y dio testimonio de sus
experiencias en una serie de libros, cuenta que los recuerdos que más nos
acompañan en los últimos instantes de nuestra vida no tienen que ver con
momentos de triunfo o de éxito, sino con experiencias donde lo que acontece es
un encuentro profundo con un ser amado, un momento de intimidad cargado de
significado: palabras de gratitud, caricias, miradas, un
adiós, un reencuentro, un gracias, un perdón, un te quiero. Son esos instantes
los que al parecer quedan grabados en la memoria gracias a la luz de la ternura
que revela la excelencia del ser humano a través del cuidado y el afecto.
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Decía Oscar Wilde que en el arte como en el amor es la
ternura lo que da la fuerza. Mahatma Gandhi apuntaba en la misma dirección
cuando decía que un cobarde es incapaz de mostrar amor. Y así es:
paradójicamente, la ternura no es blanda, sino fuerte, firme y audaz, porque se
muestra sin barreras, sin miedo. Es más, no sólo la ternura puede leerse como
un acto de coraje, sino también de voluntad para mantener y reforzar el vínculo
de una relación. La ternura hace fuerte el amor y enciende la chispa de la
alegría en la adversidad. Gracias a ella, toda relación deviene más profunda y
duradera porque su expresión no es más que un síntoma del deseo de que el otro
esté bien.
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La ternura implica, por tanto, confianza y seguridad en
uno mismo. Sin ella no hay entrega. Y lo más paradójico es que su expresión no
es ostentosa, ya que se manifiesta en pequeños detalles: la escucha atenta, el
gesto amable, la demostración de interés por el otro, sin contrapartidas.
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La ternura expresa, además, la calidad de una relación.
Sexo con ternura es expresión del amor; sin ternura, una relación basada en la
sexualidad está condenada a la ruptura. Porque aunque pueda haber intensidad
sensorial en el intercambio físico, sin ternura se produce una relación que se
encierra en la búsqueda del propio placer y hace del otro un objeto de
satisfacción y nada más. El ensayista francés Joseph Joubert decía que la
ternura es el reposo de la pasión. En efecto, la pasión del enamoramiento es
efímera y deja paso con el tiempo a una relación más reposada donde se instala
la ternura. Sin ella, la relación de pareja está condenada al fracaso porque su
ausencia genera aburrimiento, rutina, apatía, distancia y egoísmo.
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Piero Ferrucci, en su libro El poder de la bondad, relata
los resultados de un estudio en el que se interrogó a 10.000 hombres sobre su
salud, hábitos y circunstancias. Según este estudio, el indicador más fiable de
una angina de pecho era la respuesta a la pregunta: ¿le demuestra su esposa que
le ama? Un sí por respuesta se relacionaba estadísticamente con el no haber
sufrido una angina de pecho, mientras que quienes respondían no, habían tenido
esta dolencia cardiaca en un porcentaje muy superior a la media.
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La ternura encuentra también un espacio para desarrollar
su extraordinario valor en los momentos difíciles. Expresar el afecto, saber
escuchar, hacerse cargo de los problemas del otro, comprender, acariciar,
cultivar el detalle, acompañar, estar física y anímicamente en el momento
adecuado..., son actos de entrega cargados de significado. Y es que en el amor
no hay nada pequeño.
Esperar las grandes ocasiones para expresar la ternura
nos lleva a perder las mejores oportunidades que nos brinda lo cotidiano para
hacer saber al ser amado cuán importante es para nosotros su existencia, su
presencia, su compañía.
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Ya lo dijo hace más de 2.000 años el poeta latino Publio
Virgilio Marón: “El amor todo lo vence”. Y es verdad, a través de la ternura.