Lo que más le impactó es que, de forma natural e instintiva,
aquellos niños no consideraban la muerte como un final, sino como un proceso de
cambio, una mutación de estado, plasmándolo a través de dibujos de orugas que
se transformaban en mariposas. A partir de entonces, Elizabeth se dedicó en
cuerpo y alma a crear una nueva cultura sobre la muerte.
El símbolo de la mariposa se convertiría en un emblema de su
trabajo, siendo para ella la muerte un renacimiento a un estado de vida
superior. “Los niños- afirmaba- lo saben de forma intuitiva, si no les
contagiamos nuestros miedos y dolor, ellos tienen la capacidad de enseñarnos
muchas cosas”.De LA RUEDA DE LA VIDA , gracias Cristina por prestarme este hermoso libro.
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