Este es un misterio que muchos han catalogado como un verdadero milagro. Un milagro que ha dejado las pruebas de que sí se realizó y que fue en respuesta a las plegarias y la fe de un grupo de monjas. Recibe el nombre de LA MILAGROSA ESCALERA DE LORETO.
En Nuevo Méjico hace
unos 150 años, la orden de monjas se estableció en un lugar fronterizo. Un
lugar peligroso donde estaba lleno de forajidos y delincuentes. Las hermanas de Loreto mandaron a 7 monjas a
este lugar. Enfermas y atacadas por delincuentes, 5 llegaron a Santa fé, una
murió y otra se tuvo que volver, y en este lugar peligroso se establecieron.
Encontraron cobijo en una escuela y empezaron a poner en marcha el duro trabajo
que les habían encomendado. Contrataron a decenas de albañiles, carpinteros,
cerrajeros de varios lugares hasta que terminó la obra de la Capilla de nuestra
señora de la Luz, que aún existe hoy.
Los trabajos se terminaron y las hermanas quedaron
encantadas con la capilla, la obra quedó preciosa, pero había un pequeño
problema. Antiguamente, el coro se colocaba en lo alto, y para subir,
únicamente se utilizaba una escalera de mano. El problema de este coro es que
este se situaba a 7 metros de altura, algo elevado para una monjas mayores.
Subir era peligroso y las hermanas eran personas mayores, además sus hábitos
largos aun le hacían más impracticable ascender por una escalera de mano.
Hablaron con carpinteros a ver cómo podían solucionar este problema.
Una escalera “estándar” no se podía poner ya que ocupaba mucho espacio y habría
que quitar muchos asientos. Todos los carpinteros que pasaron se negaron a
hacerla, la maravillosa obra arquitectónica dedicada al cultivo de la fe, se
vería afectada. Y no había otro modo…
Desesperadas, las 5 monjas decidieron rezar una novena (9
días) a San José, el patrono de los carpinteros. Rezaron y rezaron
fervientemente y cuando llegó el último día, algo misterioso sucedió.
Un extraño llamó a la puerta, era un forastero desconocido
que pidió trabajo, “casualmente” era carpintero. La hermana mayor le comunicó
que necesitaban una escalera, y que todos los demás carpinteros le habían dicho
que no se podía hacer. Con decisión el forastero desconocido dijo que él la
haría.
Pasaron 6 meses, o quizá un año, nadie lo sabe seguro. Pero
el carpintero terminó, y se lo dijo a las monjas las que se quedaron
maravilladas con la escalera construida. Era una escalera de caracol, de madera
y sin soporte central. Una escalera de caracol de 7 metros de altura y que
tiene 33 escalones. El forastero se fue y no cobró su trabajo. Nunca se supo
más de él.
Algunos pensarán que no hay misterio, una escalera hecha por
un hábil carpintero y ya está. Pero cualquiera que haya estudiado ingeniería, o
sepa de materiales y modos de trabajar, sabe que para construir esta escalera,
debe estar construida a la perfección.
No se puede ir ni un milímetro. Algo que en aquel entonces era muy
difícil de construir con las únicas 3 herramientas que tenía el carpintero: un
martillo, un serrucho y una escuadra. Y en esa época donde las escaleras era
toscas y simples. Casualmente tenía 33 escalones. Casualmente vino justamente
el noveno día de rezo. Casualmente desapareció y no cobró su trabajo ni nadie le
dio de comer. Casualmente este maravilloso trabajo no tiene ni clavos ni
pegamentos, como se trabajaba hace 2000 años. Casualmente, apareció el único
carpintero que había en el mundo que podía hacer este tipo de escalera en el
momento justo en el lugar adecuado.
Muchas coincidencias o... un verdadero milagro... ¿hubo
alguna fuerza que influyó en todo esto?
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