Hace unos días, un amigo, me prestó esta pregunta. Y me quedó dando vueltas. Y no me la puedo sacar de encima. Y me molesta un poco.
Recordé que la semana pasada había aprendido a hacer puré de manzana... que por cierto, me salió muy rico...
Pero me quedé pensando en cuántas cosas hago por rutina y repetición. Cuántas cosas ya son viejas y responden a otro tiempo. ¿Qué atrayente es la comodidad? ¿Hay espacio para lo nuevo?
La pregunta me incomoda mucho y me saca del equilibrio. Me propone tirar el pan viejo de ayer y amasar cada día uno nuevo. Esta pregunta me hace despertar la iniciativa. Desafía mi creatividad. Cierta audacia tengo que poner en juego. Lo nuevo a veces nos genera miedo, incertidumbre, y en algunos casos, angustia.
La repetición y la rutina te dan cierta seguridad pero siento que así nos vamos muriendo de a poco. Si no me acuerdo cuando fue la última vez... que hice algo por primera vez... es porque, de algún modo, he dejado de crecer.
La decisión de crecer conlleva un riesgo. Crecer de modo constante es para los valientes, los generosos, los libres, los desapegados, para aquellos cuyo ego no está en juego cada vez que sueltan lo atesorado.
Hacer algo nuevo o por primera vez te pone ante la vida como aprendiz. Ser sabio es nunca perder la conciencia de que no se sabe nada, o bastante poco como para arrogarse el título de tal. Es nunca perder la genuina ingenuidad de la sorpresa, es quedar un poco vulnerable, es ser persevante en la búsqueda con la conciencia de que lo encontrado será precario, provisorio, fresco, y que alcanzará sólo para hoy.
Los que intentan por primera vez se lanzan a la insistente exploración de lo desconocido, hacia nuevos horizontes, por caminos no recorridos, renovando su pensamiento, con un registro más amplio de sus emociones...
Te presto la pregunta. No la quiero guardar sólo para mí... para nacer no hay que pedir permiso... en este caso, es una decisión personal.
Gonzalo Sanjurjo
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