Sísifo es condenado por los dioses, día tras día, para rodar una gran piedra hasta la cima de una montaña empinada. Cuando la piedra llegaba a la cima, rodaba nuevamente hacia abajo hasta la parte inferior. Por lo que tendría que empezar su tarea nuevamente desde el fondo de la colina, por toda la eternidad.
El castigo era claro: en la desesperanza y la repetición del castigo, los dioses obligaban a Sísifo a enfrentarse a lo que la mayoría de nosotros preferimos ignorar: la futilidad que subyace a la existencia.
Como el escritor Albert Camus señaló, la angustia de la existencia consiste en ser verdaderamente consciente de la futilidad, del momento en que nos damos cuenta de ello, también nosotros experimentamos lo absurdo de la vida basada en tareas.
El suplicio de estar condenado a realizar un trabajo repetitivo que se sabe inútil y sin ninguna esperanza de escapatoria, simboliza una de las mayores angustias existenciales contemporáneas inmersas profundamente en el inconsciente.
Así, la fábula de Sísifo puede relacionarse, por un lado, con fenómenos tan actuales como los trabajos rutinarios; las labores inacabables de una dueña de casa; la frustración, la incertidumbre, la problemática de la auto-estima y del sentido de vida. Pero, también, se puede relacionar con darle al pueblo pan y circo (el que hoy podría ser la TV y la farándula), así como con no darle tanta educación, para que no sufra al percatarse de lo absurdo de su vida.
Por otro lado, algunas de las conclusiones de Camus permitirían darle otra vuelta de tuerca a este mito. Aplicado como metáfora de la vida, aunque nuestras vidas como humanos sean insignificantes, nosotros mismos podemos crearle un valor, teniendo presente que el esfuerzo mismo para llegar a la cima basta para llenar el corazón de un hombre y que, paradojalmente, la dicha aparece cuando se toma conciencia de todo ello.
Entonces, si pretender llegar con la roca a la cima simbolizaran las expectativas, será que la alegría de Sísifo provino de haber cambiado su perspectiva? Hubo en él un cambio de actitud que mejoró su calidad de vida y su estado anímico? Consiguió creer más en su mundo interno que en el externo? Pasaron a ser sus propias expectativas más relevantes que las provenientes del exterior?. Le encontró un sentido a su vida, independiente de los logros y de las comparaciones?. Logró experimentar la vida como un proceso evolutivo sin fin donde son más interesantes las preguntas que las respuestas? Donde se puede gozar del camino, incluso del ascendente, aunque no se completen totalmente las metas ni se llegue nunca a certezas absolutas?
Camus sugiere que en un castigo (esfuerzo) se puede encontrar dicha; Sartre que estamos condenados a ser libres; Machado que se hace camino al andar.
Y por último Buda propuso una alternativa: la falta de sentido de la condición humana nos proporciona una forma de desencanto que alimenta todo esfuerzo espiritual.
El desaliento no es siempre un enemigo, puede ser nuestro maestro, guía y mentor.
Una vez que experimentamos el desencanto, podemos reequilibrar nuestras vidas, con tiempo y esfuerzo para desarrollar una paz interior que nos sostendrá en este mundo para volver a nuestra roca al pie de la colina y hacerla rodar con soltura y desprendimiento aunque sepamos que inevitablemente rodará hacia abajo.
La vida se convierte en ese juego, lo que debemos hacer es jugarlo bien y éticamemte.
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